En Latinoamérica
Los aviones no tripulados ya llevan un buen tiempo volando por los cielos de América Latina, cumpliendo funciones de vigilancia. La mayoría fue comprada a empresas israelíes, pero también han surgido proyectos locales. Es el caso del "Arpía", un drone de vigilancia fabricado por Venezuela con asistencia de Irán, que ya lleva años construyendo estos vehículos. De hecho, existe una gran semejanza entre el "Arpía" venezolano y el "Karrar" iraní.
Chile también se ha aventurado en esta área, desarrollando el "Láscar", un prototipo conjunto entre el Ejército de Chile y la Universidad de Concepción.
Según los responsables del proyecto, la aeronave puede ser utilizada en el monitoreo de fuentes hídricas, de erupciones volcánicas, desastres naturales, operativos de rescate, vigilancia de incendios y en prospección pesquera, entre otras funciones.
"Es importante cómo ha crecido la presencia de drones en América Latina, principalmente para la vigilancia de fronteras y el rastreo de grupos narcotraficantes", explica Johanna Mendelson Forman, analista en temas de Latinoamérica y senior associate del Centro para Estudios Estratégicos e Internacionales (CSIS), de Washington.
"Muchos países, en particular de México hasta Brasil, están desarrollando acuerdos de coproducción de drones ", afirma. "Pero lo que falta son políticas acerca de su uso".
La Fuerza Aérea brasileña ya desplegó dos de sus cuatro drones Elbit Hermes 450 en los estadios de Río de Janeiro y Brasilia durante la apertura y cierre de la Copa Confederaciones. Una oportunidad ideal para poner a prueba estos aviones no tripulados que tendrán un trabajo mucho más exigente durante el Mundial de Fútbol de 2014 y los Juegos Olímpicos en 2016.
En los últimos años el uso de estas aeronaves se comenzó a diversificar más allá del ámbito militar. Por ejemplo, en la vigilancia de fronteras o como apoyo en procedimientos policiales. De esta forma, los drones ya dejaron el ámbito de la ficción y se volvieron parte de la vida de millones de personas.
