martes, 25 de noviembre de 2014

Potenciales Requerimientos Futuros de La Armada de Chile

Potenciales requerimientos futuros de la Armada de Chile
 
Chile es esencialmente un país marítimo, con una dependencia natural de este medio, fundamental en el desarrollo de su economía y del intercambio con el resto del globo. En consecuencia, la doctrina y efectividad del personal y los medios de su Armada son vitales en el variado espectro de misiones que la institución debe concretar.
En el contexto mundial, la Armada de Chile sigue siendo catalogada como Blue Water Navy, es decir con las capacidades y condiciones para operar en forma sostenida, pero limitada, operaciones oceánicas. Lo anterior ha sido demostrado en reiteradas ocasiones, con la participación de unidades navales en ejercicios tales como, Unitas, Rimpac, Panamax, DESI y diversos Passex, habiéndose incorporado exitosamente unidades de superficie y submarinos en a multinacionales cada vez de mayor complejidad, donde la Armada ha incrementado su nivel de participación e integración.
 
Unidades de Superficie
A una década del inicio de Proyecto Puente, la Armada de Chile despliega en la Escuadra una heterogénea fuerza de superficie compuesta de 8 unidades de combate, además de 2 petroleros y 1 remolcador oceánico permanentemente asignado. Se trata de la fragata Tipo 22-2 FF-19 Almirante Williams; 2 de la Clase M, FF 18 Almirante Riveros y FF 15 Almirante Blanco Encalada; las FFG-14 Almirante Latorre y FFG 11 Capitán Prat, esta últimas cuatro adquiridas en Holanda; y 3 Tipo 23, FF 05 Almirante Cochrane, FF 07 Almirante Lynch y FF 06 Almirante Condell, compradas en el Reino Unido. La Escuadra hoy provee a la Armada de Chile de un núcleo de combate de superficie moderno y efectivo, con capacidades únicas en la región, como defensa aérea de zona, gracias a los misiles SM-1 Standard o superficie/superficie con los Harpoon, hoy estandarizados en las unidades de superficie.
Igualmente, la incorporación del avanzado sonar remolcado Tipo 2087 de Thales ha significado disponer de lo más avanzado en lucha ASW (antisubmarino) del hemisferio Norte. Aún así, la heterogeneidad es evidente y resulta del frustrado proyecto Tridente, que visionariamente apuntó a la estandarización y fabricación en astilleros chilenos de una única fragata (Meko 200).
Claramente, las primeras unidades cuya reemplazo se vislumbra en un futuro próximo son las dos fragatas de la Clase L, próximas a cumplir treinta años de servicio. Pero más allá de la evaluación de un reemplazo por edad, resulta determinante definir cuál es el número de unidades que la Armada requiere en su Escuadra dentro del contexto estratégico que Chile planea en su política de defensa en las próximas décadas. Mantener el número actual en los 8-10 buques que conceptualmente e históricamente ha desplegado la Escuadra no es sustento suficiente para plantear un proyecto decenal que, posteriormente debería reemplazar la única Tipo 22, siguiendo por las 2 M y finalizando con las 3 Tipo 23.
La Armada precisa definir cuáles serán las misiones en los próximas dos décadas y solo entonces delinear cuántas plataformas necesitará. Una estrategia a largo plazo podría finalmente dar forma a un programa por una única plataforma, con la participación de la industria local y una tan anhelada estandarización  de plataformas, sistemas y propulsión. Igualmente, y siempre en la Escuadra, se vislumbra la necesidad de reemplazar el poco operativo AO-53 Araucano, construido en 1984 e incorporado por la Armada en 2010, cuya operatividad ha sido más bien baja.
Dentro de lo grandes requerimientos a futuro, un ingente presupuesto deberá ser asignado a la Fuerza de Submarinos, que a muy corto plazo tiene que reemplazar su Buque Madre, el BMS-42 Almirante Merino, que este año se iría de baja. Aun más significativo resulta ser el sustituto de las dos unidades de la Clase 209, ambas con treinta años de servicio. Dichas unidades han sido objeto de diversos programas de modernización, teniendo hoy en día un grado de interoperabilidad muy avanzado con relación a los más modernos Scorpene, compartiendo, entre otros, el sistema de mando y armamento. Aún así, considerando un proceso de unos dos años en formular los requerimientos y otros cinco en la construcción, se abre una peligrosa opción, donde los 2 209 podrían irse de baja con cuatro decenios de servicio.
La Armada de Chile se destacaba por tener dos interesantes formaciones tácticas, una en Iquique y otra en Punta Arenas, desplegando lanchas misileras de las clases Saar IV israelíes y Tipo 148 alemanas. COMISNOR y COMISUR han sido fusionados en el Comando de Misileras, con asiento en Iquique (IV Zona Naval) y se encuentra formado por 2 unidades israelíes y 2 alemanas. Esto se debe principalmente a la baja de otras dos unidades del Tipo 148 y una disminución en la percepción de amenaza en el Teatro de Operaciones Austral, lo que en términos prácticos ha significado dejar solo una tercera Saar IV en Punta Arenas.
Mientras 2 de las 3 Saar han sido modernizadas en Chile, entre otros embarcando misiles MM40, las Tipo 148 fueron a la baja sin reemplazo, perdiéndose así paulatinamente esta componente táctica. En la zona austral se paliará este vacío con entrega del tercero de la Clase Fassmer (Winter Class), el OPV-83 Marinero Fuentealba, que, además, tiene la primicia de ser el primero equipado con cañón Oto Melara de 76 mm. y equipos MAE. Siempre en el ámbito de los OPV, resulta significativo el reciente anuncio del ministro de Defensa confirmando la construcción de otros 2 ejemplares, lo que implica la concreción de operar uno en cada zona naval y más trabajo para los astilleros ASMAR de Talcahuano.
 
La vejez de las Unidades auxiliares
La concentración de los recursos en Puente y Scorpene está de alguna manera generando una obsolescencia en bloque de una serie de unidades auxiliares, no por ello de menor importancia. Es así como la LSM-94 Orompello fue dada de baja el año pasado sin reemplazo, a la que debería seguir la LSM-90 Elicura, ambas unidades de vital empleo en la zona austral del país. Igualmente, en un muy corto plazo deberían seguir las 2 unidades de la Clase Batral, la LST-92 Rancagua y LST-95 Chacabuco, unidades fundamentales del Comando Anfibio y de Trasportes Navales, que junto al recientemente adquirido LSDH-91 Sargento Aldea constituyen la capacidad de transporte de la BAE (Brigada Anfibia Expedicionaria).
Pese a que Chile tuvo la primera prioridad de compra del L-9012 Siroco, (gemelo del Sargento Aldea) una vez la Marine Nationale lo diera de baja, es prácticamente un hecho que dicha unidad no formará parte del listado naval chileno, habiéndose descartado su compra. Esta decisión implica dejar el peso de la capacidad anfibia en el Sargento Aldea, considerando que el horizonte de las 2 Batral es muy limitado y su baja se producirá pronto. De no existir reemplazo para estas 2 LST, el despliegue de la BAE estará sujeto a la disponibilidad del Sargento Aldea.
La presencia chilena en el Continente antártico es una de las funciones de la Armada, contando con una base permanente y apoyando a la comunidad nacional e internacional con patrullas antárticas regulares. Aun así, el Estado no ha generado los fondos para poder reemplazar el rompehielos AP-46 Almirante Viel, con 45 años de servicio. Ante esta situación ha solicitado y obtenido fondos para ejecutar un proceso de mantenimiento especial, que permitirá que el Viel permanezca hasta 2017, pese a que su vida útil se ha cumplido. Similarmente, pero menos urgente, resulta la evaluación de un reemplazo del transporte AP-41 Aquiles, ya próximo a cumplir tres décadas de servicio, al igual que los 2 remolcadores de alta mar, Janequeo y Galvarino. Es resumen, la Armada enfrenta la necesidad no menor de reemplazar 9 unidades en los próximos años.
 
Aviación Naval e Infantería de Marina
La componente aérea de la Armada ha tratado de suplir con fondos limitados una serie de falencias, pero ciertas áreas son preocupantes. Es así como los P-3 están próximos a cumplir medio siglo, la flota de Bell (SH-57 y 206) tiene 44 años; los 2 nuevos Super Puma, con 32; los P-111, 35; y los SH-32 con 24, estos últimos ya modernizados. Finalmente se han aprobado los fondos para implementar el proyecto Piquero, que implica el reemplazo de los Cessna O-2A. Estos, ya de baja, serán reemplazados por 7 ejemplares nuevos aviones, cuyo modelo aun no ha sido anunciado, 2 de los cuales se entregaran en 2015 y 5 en 2016.
Paralelamente, se ha extendido localmente la vida útil de los P-111 sobrevivientes y los 2 P-3ACh operativos deberían finalmente ser objeto de un MLU de mantenimiento de media vida en Estados Unidos. Aún así, queda por definir el reemplazo de la flota de Bell y de los Bo-105 y definir cómo se reemplazarán los P-111, decisión que podría ir de la mano con un nuevo avión de transporte, especialidad actualmente inexistente tras la apresurada baja de los C212. Es por ende predecible que la componente aérea de la Armada tendrá una serie de requisitos, que se concentrarán en un nuevo helicóptero ligero, el reemplazo de los O-2A, además de los P-111 de patrulla marítima, de la mano con un nuevo avión de transporte.
Respecto al Cuerpo de Infantería de Marina, y con el reemplazo del H&K 33E con la familia SCAR, se está ahora llevando adelante el de las ametralladoras de apoyo Ultimax 100 y de los morteros. El Cuerpo IM evidencia aun falencias históricas, una de las más evidentes con la llegada del LSDH Sargento Aldea. Pese a reiterados esfuerzos, aun no existe capacidad de desembarco con medios de orugas. En reiteradas ocasiones se ha manifestado el interés en adoptar, primero el Arisgator italiano y sucesivamente el más avanzado AAV-7A1 estadounidense. Ambos vehículos son plenamente desplegables en la nueva unidad anfibia.
Se vislumbra un pronto requerimiento en pos de reemplazar tanto la artillería de 105 mm. (KH-178), como la de 155 mm. (G4 ex sudafricanos). Para ello, el Cuerpo IM tendrá que definir si mantiene el rol de defensa de costa o simplemente evalúa una pieza de artillería ligera en calibre de 105 mm. De igual forma, sigue siendo necesaria la también postergada compra de un sistema antiaéreo que permita cierto nivel de cobertura e independencia en la defensa de las cabezas de playa, rol que hoy cumplirían las unidades a flote cerca de la playa.
Resulta evidente el abanico de necesidades a corto y mediano plazo que la Armada de Chile debe enfrentar. Una serie de requerimientos para la sustitución de unidades auxiliares y la formulación de un nuevo submarino y, aun mayor, la futura plataforma que equipará la Escuadra. Las opciones son adquirir unidades de ocasión a medida que aparezcan en el mercado, incentivar el diseño y desarrollo local con la construcción de unidades en ASMAR o buscar armadas y astilleros con la meta de incorporarse a programas de construcción multinacionales. Esta última iniciativa permitiría incorporar nuevas tecnologías de construcción e integrar aun más a la Armada en el contexto internacional.
También sería la oportunidad para desarrollar un programa naval a la medida de los nuevos escenarios político-estratégicos, donde Chile prevé estar inserto en las próximas dos décadas. Un nuevo programa naval debe por fuerza integrar los nuevos escenarios y conflictos asimétricos, la nueva realidad vecinal y la inserción que Chile tendrá en el futuro. Los planteamientos anteriores deben obviamente ir de la mano con financiamientos claros, garantizados y a largo plazo, formula que hoy solo permite la bien conocida Ley Reservada del Cobre.
 
Por Cristián Marambio